
El Contexto de la Inquisición
Para entender el complejo escenario en el que vivió Cristóbal Colón y muchos de sus contemporáneos, es fundamental comprender la naturaleza de la Inquisición española. Esta institución, instaurada por el papado en Roma, no era simplemente un tribunal religioso, sino una figura jurídica con el sello y la autoridad papal para perseguir y ejecutar a todos aquellos que estuvieran fuera de su dogma religioso.
La Inquisición venía asociada con la palabra “herejía”, que se entendía como la libertad de una persona para expresar su opinión respecto a un dogma y hacer su propia apreciación. Para quienes no se sujetaban a la fe de la Iglesia, las consecuencias eran atroces. Los acusados podían enfrentar condenación a muerte, a menudo de maneras extremadamente dolorosas y dantescas, como ser amarrados a postes, desnudos y quemados lentamente en la hoguera, con el fin de prolongar su sufrimiento. Esta persecución se extendió por siglos, afectando especialmente al pueblo judío, conocidos como “judaizantes”.
El Edicto de Granada, emitido el 31 de marzo de 1492, fijaba un plazo límite para la expulsión de los judíos de España: el 31 de julio de ese mismo año. Ante esta situación, todo aquel que no fuera católico tenía solo tres caminos: convertirse a la fe católica, salir del país abandonando todos sus bienes, o morir en la hoguera. Esta opresión llevó a una emigración masiva de aproximadamente 220,000 judíos, muchos de ellos hacia Portugal.